Cuando le das una cámara a George Lucas

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George Lucas no es un mal director. No lo era en sus inicios, al menos. THX1138 o American Graffiti son propuestas interesantes, con una narración original y coherente. Son también películas muy imaginativas, y esto ha sido desde siempre el rasgo definitorio de su creador. La propia Star Wars original –llámese episodio IV o La Guerra de las Galaxias, según gustos– es un ejemplo de imaginación desbordante, ordenada con buenas ideas y no tan buenas ideas. ¿Cuál es, entonces, la diferencia con las famosas –que no celebrada– precuelas de la saga galáctica?

Juntar piezas

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La primera Star Wars es una película de los setenta con escenarios rompedores. A medio camino entre el culebrón, el wéstern, la película de aventuras y la muy tímida ciencia ficción –innegable la inspiración temática y formal de Planeta Prohibido–, la rebautizada Una nueva esperanza es una película que tenía tantas ideas que muchas tuvieron que quedarse fuera. El primer montaje de la película, que no ha salido a la luz hasta hace bien poco, era caótico y desordenado. Era un montaje chapucero que se regía por el principio de cronología de secuencias, unas más prescindibles que otras, olvidado la importancia del ritmo. En esa secuencia conocíamos a los colegas de Luke viendo la batalla del espacio desde su planeta: no sabíamos quién era ninguno de los personajes pero sabíamos que había gente viendo cosas.

De Palma y el propio Spielberg tenían algo que decir: con todo lo bien que sonara la escena en la cabeza del joven Lucas, había cosas que debían quedar fuera. Sabiendo que el planeta en que aterrizan los droides no está desierto y rompiendo la continuidad de la escena, no teníamos ni curiosidad pero sí excesiva anticipación. Es un problema que se repetía a lo largo de todo el montaje. La supervisión del montaje arreglaba los problemas narrativos a través de reestructurar el orden en que aparecían. Aunque no sería hasta su secuela cuando la saga explotaría todo su potencial y mitología, a cargo de otro director, estaba claro que el problema no era tanto de las decisiones de Lucas como de la falta de supervisión y orden de lo que él había filmado: al director le venía bien cierto control creativo.

En las precuelas, se produce un fenómeno parecido. Ya en manos de todo el control creativo, Lucas pudo desarrollar al completo su desbordante imaginación llevándose por delante todos los valores narrativos que quedaban. Con todo el proceso en sus manos, ya no había límites: se le ocurría una cosa, la mostraba. El montaje tenía el mismo valor que la exposición de diapositivas del viaje a Túnez de tus tíos en agosto, guiándose por el principio de Todo dentro sin orden ni concierto. La diferencia con el primer montaje de la original era que, en esta ocasión, ni siquiera la mayor parte de secuencias ni escenas funcionaban ya por sí solas, al margen de errores de yuxtaposición. Y esto es culpa de los medios.

Digital contra físico

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En la nueva trilogía iniciada en 1999, Lucas optó por una reconversión al cada vez más valioso digital (diría cuánto daño hiciste, Matrix, pero la fantasía de los Wachowski llegaría un mes más tarde que La amenaza fantasma). El control tras las cámaras se diluía mientras las posibilidades de lo mostrado crecían. La narrativa al servicio del espectáculo. Espectáculo que, además de con condiciones estrictas a la hora de contar la historia, se probaría aún prematuro.

Los poco desarrollados efectos especiales por ordenador de principios de los 2000 han envejecido peor que los efectos artesanales de cartón piedra de la década de los 70. Hay razones de sobra: desde la incisión natural de la luz en objetos reales en escena frente a la iluminación animada por ordenador, hasta la naturalidad del comportamiento de personajes, fluidos y fenómenos ambientales sobre la propia escena frente a aquellos puramente digitales.

La vuelta al montaje caótico junto a la incapacidad de controlar los elementos del propio encuadre llevaban a que la nueva trilogía, guiones al margen, fuera un caótico cúmulo de ideas mal encajadas que dieron al traste con una exploración de la historia que, por otra parte, podría haber sido interesante. Cosas que pueden pasar cuando le das una cámara a George Lucas.

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