El show de Truman (una vida en directo).

Título original: The Truman Show

Año: 1998

Nacionalidad: Estados Unidos

Director: Peter Weir

Reparto: Jim Carrey, Ed Harris, Laura Linney, Noah Emmerich, Natasha McElhone.

Reseña y críticas

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“Por si no nos vemos luego, buenos días, buenas tardes y buenas noches”

Truman Burbank

Corría el año 1998 cuando se estrenaba, en medio de un año de obras “políticamente correctas”, la osada película que da título a nuestro análisis de hoy. El film, dirigido por el australiano Peter Weir (Master and Commander) y con un guión firmado por el popular Andrew Niccol (El señor de la guerra, Gattaca) aspiraba a mostrar un argumento futurista centrado en la “telerrealidad”.

Truman Burbank es el protagonista de esta historia. Lo ha sido desde que era un feto y aún no había salido del útero materno. Es más, fue el primer bebé adoptado legalmente por una corporación tras su nacimiento. Sin embargo, él desconoce este hecho. Es un hombre humilde e ingenuo que ignora que es el gran protagonista de “The Truman Show”, un reality show que lleva más de tres décadas emitiéndose en todos los países del mundo.

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Alrededor de Truman – clara alegoría a cómo se pronuncia en inglés “true man”, que se traduce en “hombre verdadero”, simbolizando que es lo único real de toda la tramase crea un mundo perfecto: trabaja en una agencia de seguros, vive en un barrio modélico, Seahaven, está casado con Merryl, de profesión enfermera, y sus amigos y familia le adoran.  No obstante, él no es feliz, aspira a explorar, a conocer más mundo, a viajar a Fiji – alentado por el viejo recuerdo de su primer amor de juventud –, a dejar la vida que lleva, demasiado confortable e insatisfactoria.

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Un buen día, siguiendo su rutina matutina, un gran foco cae del cielo. Rápidamente, la emisora de radio que sintoniza en su coche determina que se trata de un objeto que ha caído de un avión, lanzando el mensaje subliminal de que los aviones son peligrosos. Extrañado por tal hecho, prosigue su camino con la duda sembarada en su pensamiento. De esta forma comienza a plantearse qué sucede realmente a su alrededor. Discretamente cuestiona a sus allegados, a aquéllos en los que confía, pero pronto siente que le engañan con sus vagas respuestas, que le ocultan una verdad que se le escapa y nadie parece querer ayudarle a conocerla.

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Poco a poco, vislumbramos a la par que nuestro héroe, cómo está siendo vigilado constantemente, cómo le controlan con estímulos para influir en su conducta, cómo las personas que le rodean no son más que meros actores, que todo cuanto dicen está previamente escrito por un guionista profesional, cómo se repiten las pautas de los extras que caminan detrás de él mientras va al trabajo, o que repiten los mismos diálogos día tras día, o la inexplicable presencia de productos que son publicitados en el espacio debido a los altos shares de audiencia que cosecha gran escena en la que Merryl le sugiere tomar una taza del nuevo “mococoa” para que se sienta mejor y olvide sus pensamientos conspiranoicos -.

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Una vez conocida la “verdad”, Truman decide dejar atrás Seahaven, cambiar de vida y cumplir el deseo que atesora desde pequeño: explorar el mundo. Sin embargo, no llegará muy lejos pues aquéllos que le vigilan – y que hacen un gran negocio a su costa, como hemos mencionado previamente – no se lo permitirán torpedeando sus intentos sin miramiento alguno. Para ello se valdrán de su gran miedo al agua – infundido por ellos años atrás a través de la supuesta muerte de su padre –, de atascos interminables, de autobuses que se averían e, incluso, de una ficticia fuga nuclear.

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Todo ello es obra del creador del espectáculo, Christof, un hombre claramente obsesionado con Truman que, en cierta forma, se siente su padre. Defiende que el mundo que ha creado para él, que se nos antoja como una cárcel a los espectadores personificados en los detractores del programa, es la mejor opción,  aunque ello conlleve estar rodeado de cámaras y de la superficialidad manifiesta de sus allegados. Una vez más, se nos presenta la idea del control de una sociedad y su relación con la vigilancia constante, con los influyentes embates de las marcas publicitarias, así como con las quimeras de un hombre que se identifica como creador omnipresente y no hace más que remar a la deriva tratando de salvar su creación.

The Truman Show supuso un claro éxito de taquilla y crítica, siendo nominada a tres premios Oscar. Además, supuso uno de los mejores papeles de su carrera para Jim Carrey, bastante cansado de sus habituales comedias, lo que le llevó a rebajar su caché para poder participar en el proyecto. El gran Ed Harris, que interpreta perfectamente al obsesionado creador del show, Christof, sustituyó a última hora al veterano Dennis Hopper que había renunciado al proyecto para grabar EdTv. Todo un acierto en nuestra opinión.

¿Quién les iba a decir a los guionistas que años más tarde el fenómeno de la “telerrealidad”, eje central de la trama de su guión, provocaría la aparición de programas tan populares a nivel mundial como “Gran Hermano”?

 

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